Las gotas de lluvia descienden una por una en la necesidad de tirar piedras a las nubes y cuando el sueño se nubla soy una blancura propia pudriéndose donde las pirámides en una trinidad ficticia que pule los cuernos de las grandes manadas Serán las dalias que las panteras fuman cuando duermen o los dolores cautivos de una virgen asfixiante Soy la infinita luz que alcanza los bordes del vacío y retorna vacío de nombre y sólo con polvo de volver desnudo Antes había un huracán a mis pies donde las llamas predicantes ocultaban su impotencia Antes estaba la mujer de ojos sangrantes en los dígitos de mi desgracia El único umbral despellejado en mi orilla fálica Éramos un numeral de puntos suspensivos los cabellos infinitos de nuestra agonía Pero había aguas calientes y aguas apenas tibias y nuestra madre nos dijo que eligiéramos la más sangre para hundirnos como panes en la víspera del primer día Y bebimos coñac con el vacío antes de que tuviera nombre Mis ojos eran dos planetas orbitando el terror de amarle Le dije a esa nubosidad insalvable como hiena en los laberintos de un reflejo irónico Éramos la pureza vacía de azucenas Flotamos linderos y nuestra blancura buscó nuestro solvento Una mano enorme se postró abierta sobre las montañas como un pentagrama victorioso en la mirada sigilosa de cabernos un océano muerto equidistante al paralelo de una caída muerta Mis fantasmas tienen un anhelo de albor en vísperas del cloroformo Encendamos un museo donde no entre nadie y sólo la dulzura asfixie la simetría floreada del útero Una fábrica aspira el humo de nuestro rencor El cielo es una rojedad anticipada como mi madre en la devaluación de los veintiocho días Bajo los puentes flores negras amanecen en los charcos de vagabundos El viajante se desespera con mi insinuación apastelada de velar el trance por los conductos Se detiene y me gira Pregunta cuánto de mí hay en las horas Le respondo que soy un descuajado del cielo como las luces arrastran gritos de furia de los que no saben que están recién suspensos en su muerte Le digo que nací apenas con cuervos entre las olas y que mis genitales están hirviendo por tanta fricción de máquinas exactas La hora le señalo con mi mano izquierda y mi mano derecha y mi mano izquierda nuevamente donde mi padre descansa
De: Victor Ibarra (j.j.m.1)