07 septiembre 2009

LA SIMULACIÓN SALVAJE (parte 1)


Ser salvaje no es ser incompetente, ni significa exclusión. Es una forma de vida; una forma de pensar ajena a los parámetros establecidos por la civilización. En este sentido no puede haber una cultura de lo salvaje, ni mucho menos puede hablarse de una tradición salvaje. El ser salvaje no constituye un patrimonio ni una bandera. Ser salvaje es ser rebelde. La naturaleza del salvaje es la violencia pura.

En la medida que un salvaje se infiltra en el sistema no puede existir la hipocresía, porque el sentido de la hipocresía es el sentido de la retórica, o sea la imposición de un orden a través de la ideología y la conformidad.

La no violencia, es decir, la paz, es un estado impuesto para conservar algo: una condición, un gobierno, una idea. Y, con el tiempo, de la paz surgirá la tiranía. Mientras los hombres tengan miedo demandarán el imperio de la ley, que es el imperio de la autoridad; en el momento que aparezca ésta habrá sometimiento en detrimento de la libertad.

Cuando los hombres no son libres, como si se tratase de un ciclo, se volverán hipócritas. El origen de la hipocresía es el envejecimiento del espíritu. Aquél que es hipócrita no es artista, porque la hipocresía es el reflejo de la corrupción de sus virtudes. Aquel que es violento, en cambio, no sólo demuestra una necesidad de destruir para crear, sino que remueve los sedimentos del viejo régimen.

Pero el salvaje no es moderno, ni va a la vanguardia, ni se informa: actúa por instinto. El verdadero salvaje no simula ser salvaje, simplemente es lo que es; no necesita expresarse a través de los manifiestos ni de las reuniones, no necesita de libros, ni de instituciones: no se esmera por ser incluido. Su fuerza radica en su instante, en ese sentido, domina su historia sin imponer una visión del mundo.

El ser salvaje es negar, porque la negación no da pie al diálogo, pero tampoco a la duda. El salvaje no busca la aprobación, pero tampoco busca la rutina. Todo ámbito social es para él una especie de prisión, y toda prisión es símbolo de artefacto. La supervivencia no es un fin para el salvaje, por ello, no sublima la realidad, pero tampoco concibe una realidad, no ve más allá de su entorno, no va más allá de la longitud de su brazo.

Para el salvaje toda cosa es un arma. No hay herramientas ni apoyos. La posibilidad de vivir es la posibilidad de morir. Vivir es imponerse a la vida. Negar la vida es vivir. Porque el miedo más grande de los autómatas es el miedo a la muerte. Los verdaderos salvajes son suicidas.

De tal manera, podemos dividir a los salvajes en dos categorías: los verdaderos salvajes y los que simulan serlo. Los primeros serán los últimos, serán los rechazados, serán la realización del odio, serán el destino. Los últimos son ambiguos, vividores o mercenarios, institucionales, son los engendros del sistema para guiar falsas revoluciones, revoluciones que sirvan para no cambiar nada; para sostener la mediocridad. El simulador no es otra cosa que la cara rebelde de la sumisión.

Los salvajes nunca vivirán y por lo tanto nunca habrán muerto. Nunca habrán muerto porque superan el sentido de la muerte. La diferencia entre los salvajes y los simuladores es la culminación de la muerte como estética.
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DE: VIKTOR IBARRA KALAVERA Y LOS DISIDENTES MANCHA
[FUCK your oficial way of life]

1 comentario:

Kartak dijo...

para no necesitar manifiestos, suena a manifiesto...jeje

aún así, suena bien, suena muy bien eso del salvajismo.

suerte