solo en medio de un cementerio de huellas y los dedos unidos a los relámpagos los relámpagos unidos a las órbitas de unos ojos que miraban el borde donde todo moría pero no lloré ante este presagio porque mis lágrimas provenían de un manantial secreto en el extremo del arco iris y estaba solo entre los muertos irreconocibles y los quemados en la hoguera con la marca del caimán en la quijada comenzó el amanecer
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un niño se murió de hambre y sus canicas las puse en su ombligo en su boca en sus manzanas que se le olvidaron para la merienda y esa noche lloró con una voz de ataúd cerrado y sus canicas eran la lluvia de toda la vida para cuando los gusanos le llegaran a los ojos eran peces muertos de un color muy de pan mojado en leche y los perros los grillos los borrachos en sus botellas de fierro todos se fueron a calentarle los huesos demasiado tarde una mortaja blanca que se detuvo en mis manos y volvió al agua a beberse la leche de las madres y aún los niños y la pureza de las flores blancas una lluvia de estrellas durante el invierno
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estoy desnudo con el cabello ritual bajo la puerta en la manija de la puerta en el fusil de todos los ejércitos desde que existen los fusiles estoy desnudo en la marea de un mar de semejanzas aquí estoy en él y en ella cuando un embudo lanza el tiempo en una espiral de mosaicos las flores blancas formarán el cielo y las flores amarillas formarán la tierra pero sólo los pétalos quedarán para enterrarme seré el amanecer o la metralla del hijo que has esperado una luz como rayo violeta en la pupila mientras anudas los globos a los cráneos una aureola de cráneo de caballo el equinoccio sube sus peldaños de negrura en el interior de una joya sobre la calvicie y alguien como si tú fueras y te repudia serlo porque es alguien como yo una palabra tras otra en esta página que crees que te habla pero estás detrás de las zapatillas rojas fiel a la causa del rubor o del rimel insomnio vuelo a tres mil pies de altura un acercamiento de cámara y dan las nueve la hora en que pasaría un tren tirando flores a las ranas que regresarían al origen de la potencia una pared de plomo el crasheo del vidrio o los caballos en el agua mientras me visto y hay un petirrojo en mi corazón que diagnostica las palpitaciones de las próximas décadas un cúmulo de sangre congelada en mis piernas cortadas como el agua en muchas gotas que lloverán hasta que un arco iris madure y se dirija a mi boca y nos consumamos o mi lengua sea la negrura donde muera el ocaso los ocasos las monedas viejas que ya no valen en una botella cromada o el calor que ondea el calor misterioso que viene pegado a la música de negros detonan las bombas el tiburón blanco nunca es blanco yo lo vi y era azul a los muertos les dicen que están muertos pero ellos se hacen los dormidos y su piel es blanca pero insisten las gentes acusadoras que son azules leones azules del infinito leones azules sujetos a las puntas de las agujetas de los zapatos tengo el calor en el iris de los ojos el color de mis cejas de mis uñas de mis dientes es el color de la leche pegada al azulejo o al vidrio incandescente soplado por un tubo una gota de lumbre una hormiga incendiada en el patio de una estrella no tengo fuerzas para deshebrar la madeja de luces o ensartar una punta roja indicando las rutas a los barcos
DE: Victor Ibarra
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